Columna de opinión

El mundo hirviente

Si usted ha sentido que este año ha sido más caluroso que otros, su percepción no está errada. De hecho, el pasado mes de julio ha quedado registrado como el más caliente de la historia, con temperaturas récord tanto en tierra firme como en la superficie del mar.

La advertencia fue emitida por Copernicus, el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea, que ofrece servicios de información basados en la vigilancia terrestre, marina y atmosférica, usando datos satelitales y observaciones in situ. Aunque los registros metódicos de la temperatura del planeta comenzaron en 1850, datos climáticos extraídos de los anillos de los árboles, arrecifes de coral y núcleos de sedimentos marinos profundos permiten afirmar que las actuales temperaturas son  las más cálidas del mundo desde hace miles de años.

Las olas de calor desatadas en varias regiones, las temperaturas máximas en algunos lugares, los incendios forestales incontrolables sumados a las cosechas perdidas y las incidencias médicas por golpes de calor, entre otras afectaciones de salud registradas durante este año, son apenas parte de los síntomas que nos advierten de la gravedad de la crisis climática que se nos viene, si la humanidad no logra limitar el calentamiento global a 1.5°C respecto al periodo pre industrial.

Esta acumulación de afectaciones, expandida a lo largo del mundo, y sumadas al fenómeno de El Niño (que implica a su vez, menos lluvia y un aumento de temperaturas), provocó que el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, diera por terminada la era del calentamiento global, diciendo que ahora lo que vivimos es una era de “ebullición global”.

Las declaraciones de Guterres pueden parecer dramáticas, pero deberían servir para ponernos en alerta y motivarnos a la acción, para tomar medidas realmente efectivas y que tengan incidencia en la limitación del aumento de las temperaturas. Sin embargo, son notorias las reacciones de rechazo ante la alarma climática, llegando al negacionismo o a una especie de conformismo que argumenta que el calentamiento global es un proceso normal y cíclico del planeta y que, por lo tanto, sólo queda adaptarse.

Los negacionistas rechazan por completo las pruebas documentadas de que el calentamiento global se debe a la acción humana, lo que abarca un amplio rango de causas que van desde el despale indiscriminado hasta la dependencia de los combustibles fósiles (como el gas y el petróleo).

Paul Krugman, destacado profesor universitario y columnista del periódico The New York Times, señaló en su columna del pasado 8 de agosto, titulada “Climate is Now a Culture War Issue”, que el negacionismo del cambio climático se ha convertido en una herramienta política y cultural, usada por grupos políticos de derecha para oponerse a sus enemigos, de manera visceral y negando toda base científica. Krugman argumenta que, si bien es cierto, en la base de las medidas anti ambientales sigue estando presente la codicia económica, el negacionismo científico ha sido una herramienta que ha permeado en el alcance de lo que llama “guerras culturales”.

Estos argumentos son utilizados con frecuencia en regiones como la nuestra, donde nos ha sido impuesto un concepto de desarrollo que está totalmente reñido con la protección ambiental. Cuando aparecen fotos de venados y otras especies salvajes deambulando entre las calles de zonas residenciales, la gente parece estar muy clara de que el problema del desplazamiento de las especies animales se debe a la destrucción de bosques. Pero cada vez que alguien denuncia o protesta contra proyectos constructivos ubicados en zonas de recarga hídrica o de máxima protección ambiental, el argumento utilizado como justificación es que “no se puede detener el desarrollo”. Cualquier protesta es callada velozmente con insultos y con señalamientos de que “no se quiere el bien del país”. En varios países, los luchadores ambientales son incluso perseguidos, encarcelados y hasta asesinados.

El calentamiento global no será detenido únicamente cambiando nuestros hábitos. Sí, es vital que dejemos de utilizar tanto plástico (por ejemplo), pero también necesitamos que las empresas proveedoras de bienes busquen empaques ecológicos o maneras de dispensar sus mercancías sin que por ello se le recargue el precio al consumidor. Es necesario educar a la población, desde la infancia, para aprender a reciclar, a hacer compostaje, a valorar el agua y a evitar caer en el hábito del comprar y tirar al que nos tiene acostumbrados la sociedad de consumo. ¿Pero cuáles son las alternativas que nos ofrecen las grandes empresas y los gobiernos para hacer las sustituciones necesarias?

Los cambios que tendrán un verdadero impacto en la limitación del calentamiento global comienzan en la toma de decisiones en muy altas esferas, tanto a nivel de gobiernos como de los grandes consorcios y empresas. Pero los tomadores de decisión que habitan en esas esferas, suelen vivir en burbujas de aires acondicionados, de altísimos salarios, de necesidades resueltas y de privilegios políticos y económicos, que no experimentan en carne propia ninguna de las consecuencias que la crisis climática impone al común de la gente.

Mientras muchos advierten sobre las consecuencias de lo invivible que ya está siendo el mundo con el aumento de las temperaturas, los negacionistas y quienes lucran con las múltiples formas de depredación del medio ambiente, minimizan las consecuencias y hasta presentan información de fuentes dudosas que los incautos podrían tomar como creíble. Todo esto es también parte de esas guerras culturales que menciona Krugman y que contribuyen a crear ese ambiente de confusión donde cuesta separar la verdad de la mentira y de la manipulación política.

Como ciudadanía, lo que podemos hacer es limitado, pero no inútil. Observar y cambiar nuestros hábitos de consumo es muy importante. Informarnos con fuentes confiables y serias y formar nuestras propias opiniones es otra. Y esto último, la información y opinión propia, serán sin duda importantes a la hora de elegir a gobernantes para quienes la protección del medio ambiente y la acción decisiva ante el calentamiento global sea una prioridad en sus planes políticos y no solamente una vacía promesa de campaña.

(Publicado en sección editorial, La Prensa Gráfica, domingo 13 de agosto, 2023. Imagen de Gerd Altmann en Pixabay).