Como parte del reordenamiento del Centro Histórico de San Salvador, la Alcaldía ordenó el desalojo de varios vendedores ambulantes ubicados en los alrededores de la ex Lotería Nacional de Beneficencia, en la Avenida España. Entre los negocios afectados están un par de ventas de libros usados.
Muchos nos enteramos de este desalojo a través de una nota de Diario El Mundo, donde el administrador de uno de dichos negocios comentó que pensaba rematar los libros a alguna recicladora de papel, ya que no podrá vender o disponer de todo el material para salvarlos antes de la fecha tope para su salida, fijada para el 17 de junio. De no hacerlo, los comerciantes se exponen al decomiso de su mercadería. Por ello prefieren liquidar al por mayor los libros y venderlos en fardos a alguna empresa de reciclaje, medida que, por lo menos, evitaría que tengan pérdidas totales.
Las ventas de libros usados del centro de San Salvador son toda una tradición y cumplen con una función social importante. Personas de bajos recursos económicos han podido realizar sus estudios adquiriendo libros a muy bajos precios. Gente que ha culminado sus estudios, así como familiares de coleccionistas fallecidos han podido vender bibliotecas completas a estos comerciantes, incluidas colecciones pertenecientes a algún escritor o profesor universitario.
Para quien ha tenido tiempo e interés en frecuentar estos lugares, sabe que no miento al decir que se pueden encontrar ahí auténticas joyas bibliográficas. Primeras ediciones o ediciones agotadas de libros de historia, narrativa y poesía salvadoreñas están escondidas entre los miles de libros que ofrecen estos negocios. En un país que no tiene por costumbre reeditar sus publicaciones, esos títulos se convierten en rarezas cuyo valor trasciende lo meramente económico y que, por lo tanto, son tesoros editoriales para los coleccionistas, pero también, para nuestro patrimonio cultural.
No es de despreciar tampoco que personas, con diversos niveles de educación, se acercan a estos negocios en búsqueda de lecturas más ligeras. A los amantes de los libros nos gusta el ritual de curiosear títulos, hojearlos y, ojalá, descubrir alguna sorpresa digna de ser llevada a casa. También sabemos que los libros nuevos tienen precios onerosos. Comprarlos y acumularlos se convierte en una afición costosa, para la cual tenemos que buscar alternativas que no afecten nuestro presupuesto pero que no limiten nuestra afición por la lectura. Por ello, la compra de libros de segunda mano es una buena manera de continuar leyendo en papel a precios accesibles.
Las ventas de libros usados en el centro han ido desapareciendo lenta y silenciosamente, suprimiéndose de esta manera una alternativa cultural necesaria para un sector de la población. Que quede claro: nadie está en contra del reordenamiento del centro. Es una tarea compleja, una necesidad de urgente implementación, para sanear lo que en algún momento fue considerada como la zona de mayor criminalidad del país. Es un reto que tomará todavía mucho tiempo, porque no se trata nada más de quitar ventas ambulantes, sino de renovar y reconstruir un espacio urbano que ha sido escenario trascendental de nuestra historia. Pero el reordenamiento también debe incluir opciones realistas para que los vendedores continúen con sus actividades de sobrevivencia y, además, para mantener vivas las interacciones y dinámicas sociales que se ven afectadas por estos cambios.
Las ventas de libros que existían en otras zonas (como la plaza 14 de Julio o el Parque San José), desaparecieron sin mucho ruido. Algunos de esos locales son ahora ventas de tortas y chupaderos. El administrador de “La Esquina de los Libros”, una de los negocios a ser desalojado en la Avenida España, encontró un par de locales muy cercanos donde ha comenzado la mudanza de su mercancía. Pero, el pasado domingo en la mañana, conversando con él, me dijo lo mismo que leí en la nota de periódico mencionada: es muy posible que no pueda mover a tiempo los miles de libros que tiene en su local y que, apremiado por el plazo de desalojo y para evitar una pérdida total, llamaría a los de reciclaje para vender lo que quede.
Hay muchas maneras de incorporar la venta de libros de segunda mano al paisaje urbano, tal como se hace en otros países. En París son famosos los bouquinistes, los vende libros instalados a la orilla del Sena y que son parte emblemática de la ciudad. La municipalidad no les demanda pago de alquiler ni impuestos, pero deben cumplir con un reglamento específico para mantener el orden correspondiente. Todas las casetas son idénticas y tienen horarios de atención que deben cumplir de manera estricta, so pena de serles retirado el permiso de funcionamiento. Las condiciones de las casetas permiten que los libros se mantengan en buen estado, sin polvo ni humedad, y los paseantes y buscadores de libros pueden encontrar lo que buscan de manera cómoda y segura.
Ejemplos similares pueden encontrarse en Ámsterdam, Tokio, Buenos Aires, Madrid y Londres, entre numerosas ciudades más, que han permitido el acceso del público local o turístico a kioscos, casetas, barcazas y carritos especiales, donde los libros de segunda mano son parte del atractivo del lugar. Nuestras ciudades bien podrían adaptar algunas de estas opciones a la realidad local y contribuir con ello a la venta e intercambio de publicaciones.
Lo ideal sería que los libros de estos negocios desalojados, en vez de ser vendidos como fardos para el reciclaje, sean adquiridos por la misma alcaldía, por el Ministerio de Cultura, por alguna universidad u ONG. Luego se puede nombrar una comisión de conocedores que separen la paja del grano, es decir, que seleccionen los libros valiosos que allí se encuentren, para ser salvados, restaurados y puestos a disposición en alguna biblioteca pública.
Es una tarea que necesita tiempo y un mínimo de recursos, pero que bien vale la pena para rescatar y preservar una parte de nuestro patrimonio. Porque sería un auténtico crimen cultural que ediciones irrepetibles de nuestro acervo documental y literario terminen convertidas en servilletas y papel higiénico.
(Publicado en sección de opinión de La Prensa Gráfica, domingo 18 de junio de 2023. Foto propia de uno de los negocios a ser desalojados).

Reblogged this on miscabossueltos.
LikeLike
Hablando con una vendedora de libros usados el pasado sabado 10 de junio, me dijo que el alcalde los queria sacar para hacer una ciudad moderna y cosmopolita. Lamentablemente no sabe el alcalde que ventas de libros, musicos al aire libre, artistas y muchas otras cosas corresponden a una ciudad moderna y cosmopolita. Quizas nunca ha estado en alguna, para conocerlas.
LikeLike
Exacto. Una ciudad “moderna y cosmopolita” también incluye un fuerte componente cultural, con actividades gratuitas y múltiples que estimulan el contacto humano, y no se limitan al consumo.
LikeLiked by 1 person