Gabinete Caligari

Hablar de la muerte

En la película The Bucket List (titulada en español Antes de partir), los actores Jack Nicholson y Morgan Freeman encarnan a dos enfermos terminales de cáncer que se ven obligados a compartir una habitación de hospital. Son dos personalidades opuestas: uno es rico, es obsesionado con el trabajo y tiene mucho mundo; el otro es un mecánico afable, sencillo y hombre de familia. Pero la obligación de compartir habitación y destino los hace poco a poco conversar y un día escriben una lista de las cosas que les gustaría hacer antes de morir.

El mecánico tira la lista a la basura pensando que, como de todos modos la muerte está cerca, esa lista es una tontería y que ninguna de esas cosas tiene posibilidad alguna de realizarse. Pero el otro, el que tiene dinero, saca la lista de la basura y le propone al mecánico que salgan del hospital y que vayan a cumplir esos deseos. Después de dejarse convencer un poco, el mecánico accede.

Hacen de todo: se tiran de un avión en paracaídas, van a las pirámides en Egipto, corren autos de carrera y otras cosas más, incluso las que el dinero no puede comprar, como reír hasta las lágrimas o besar a la chica más bella del mundo. En el camino descubren no sólo una preciosa amistad sino también el verdadero sentido de la vida.

Aparte de la maravillosa combinación de Nicholson y Freeman en una película, es inevitable, por el asunto que trata, ponerse a pensar en cuál sería la lista personal de las cosas que uno quiere hacer antes de morir. Yo comencé a hacer la mía. Y me detuve, en la misma actitud del mecánico. Pensé que hay cosas que por más que las sueño, nunca las voy a lograr hacer. Pero quizás lo valioso del ejercicio de esas listas sea precisamente el acto de soñar. Pensar que hay un mañana. La esperanza.

Porque no nos gusta pensar en la muerte. O pensamos en ella de manera evasiva. Tratamos de evadir conversaciones sobre el tema. Que yo recuerde, no he tenido casi que con ninguno de mis amigos o familiares, en toda mi vida, conversaciones demasiado profundas sobre la muerte. Sólo hacemos breves comentarios. Tratamos de no ahondar en el asunto. Y acaso solamente hablamos de eso en términos prácticos (y eso a veces), sobre detalles como los arreglos fúnebres.

Muy poco se habla sobre cómo pensamos morir o cómo quisiéramos morir. ¿Queremos ser cremados o enterrados? ¿Queremos morir en un hospital o en casa? ¿Quién queremos que nos acompañe en el momento final? ¿Preferimos morir a solas o rodeados de toda la familia? ¿Nos gustaría donar nuestros órganos para enfermos en algún hospital que necesiten un trasplante urgente? ¿Hay asuntos pendientes que queremos sean resueltos? ¿A quién vamos a dejarle nuestras pertenencias?

Quizás no lo hablamos porque no lo hemos pensado previamente. Quizás no nos atrevemos a pensar en ello porque nos da miedo. O porque pensamos que son asuntos que se solucionarán solos. Total, ya no vamos a poder controlar la situación.

Hablar de la muerte es tabú. Es un tema que se evita. Es un tema incómodo, que se habla con vergüenza. Acaso por eso es que me resultó interesante el surgimiento de los llamados “Death Cafés” (o Cafés de la Muerte), donde la gente se reúne a tomar café, té, comer bocadillos y pastel, y hablar de la muerte.

Lo interesante del caso es que quienes asisten a estos eventos son gente común y corriente que se sienta a conversar sobre la mortalidad desde diversos puntos de vista. Estas no son reuniones para elaborar duelos ni sesiones de auto ayuda sino para ahondar en el significado que tiene la muerte en la existencia del ser humano.

Los Cafés (que no son un lugar, sino reuniones convocadas bajo este nombre), surgieron primero en la década del 2000 en países como Suiza, Inglaterra y Francia. Fueron iniciados por el sociólogo suizo Bernard Crettaz, fundador de la Sociedad de Estudios Tanatológicos de Suiza y estudioso de los ritos y costumbres que acompañan a la muerte en la sociedad. Recién en el 2011 comenzaron a surgir en diferentes ciudades de los Estados Unidos.

 El objetivo de estas reuniones, según lo definen en la página web de Death Café en los Estados Unidos, es “incrementar la conciencia de la muerte con el fin de ayudar a la gente a hacer lo mejor de sus vidas finitas”.

En las conversaciones se aceptan a personas con todo tipo de creencias, ya que no se trata de convencer a nadie de nada ni de manipular moral o religiosamente las conversaciones. Tampoco se trata de crear polémicas entre los asistentes y por lo general se trata de escuchar unos a otros emitir sus opiniones sobre los temas que se estén tratando.

En una de las sesiones, por ejemplo, una de las participantes comentaba al grupo que había pensado recientemente en lo que era una buena o una mala muerte, debido a que había visto el ambiente que se producía en las familias donde había “malas muertes”. El grupo entonces reflexionaba sobre dicho concepto: ¿qué constituye una “mala muerte? ¿Que sea repentina, dolorosa y larga, que haya una relación difícil entre fallecido y doliente?

Las discusiones también giran en torno a los ritos fúnebres actuales y llevan a pensar a los asistentes, quizás por primera vez en sus vidas, en cómo les gustaría que fuera su propio funeral. También les ayuda a realizar esas conversaciones, a veces tan temidas en las familias, sobre las disposiciones finales de cada quien.

Bernard Crettaz, el fundador de estos eventos, dijo alguna vez que “cuando la muerte es liberada de la tiranía del silencio, la gente nace hacia la autenticidad”. Recordar nuestra propia mortalidad (y la de quienes nos rodean) nos permite recordar también el verdadero valor de la vida. Y porque existe la muerte es que la vida es más preciosa.

(Publicado en la revista Séptimo Sentido, La Prensa Gráfica, domingo 7 de octubre 2012).

4 Comments

  1. Me gusta mucho su punto de vista. Yo .personalmente- pienso todos los dìas en la muerte. Y no porque sea suicida o cosa parecida. La muerte es realmente una manifestaciòn de la vida, su contraportada. Pero al comùn de la gente le da miedo hablar de ella. La muerte solo puede ser la entrada a otra forma de vida, y me gusta pensar que el hombre que amo, me espera en la otra vida.

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