Gabinete Caligari

Leyendo a Carlos Fuentes

A propósito del fallecimiento del escritor mexicano Carlos Fuentes el pasado 15 de mayo, un amigo me confesó, apenado, que a él no le gustaban mucho sus libros. Supongo que habrá cientos de personas que comparten la opinión de mi amigo y que para ellos, la escritura de Fuentes es simplemente algo que no les agrada, por variedad de motivos. Esto me parece comprensible: en cuestión de gustos se rompen géneros.

Le comentaba a este amigo que me parecía que Fuentes había tenido su momento para ser leído pero que algunas obras en particular son, definitivamente, piezas que merecen la pena explorarse.

En lo personal, llegué a la lectura de Fuentes de una manera casual.  Fue en 1980, en Berlín Occidental (todavía existía el muro que dividía aquella ciudad). Yo había llegado allá por orden de mis padres, huyendo de la guerra que se había desatado en El Salvador. Las pertenencias eran pocas, apenas algo de ropa y que yo recuerde, ningún libro. Para mí, lectora voraz, el estar sin leer era un suplicio.

Pronto me enteré de una librería en Berlín que vendía libros en español. Se llamaba Kiepert y estaba cerca de la Ernst Reuter Platz, frente a la Universidad Técnica de Berlín. Aquella librería se convirtió en mi refugio favorito al que iba cada vez que podía (y tenía dinero), para comprar algo que leer. En una de esas visitas compré un libro de un para mí desconocido Carlos Fuentes. El libro estaba editado por Alianza Editorial y se llamaba Cuerpos y ofrendas.

Era la segunda edición de una compilación de sus mejores cuentos y tres de sus novelas cortas. No sé si fue por la melancolía que me hacía sentir Berlín, sobre todo en otoño y en invierno, cuando el sol apenas salía unas horas al día y el resto del tiempo se mantenía oscuro y frío, o si era por la nostalgia del terruño abandonado contra mi voluntad y todas las separaciones que eso implicó, o acaso fuera el ambiente que los mismos cuentos y sus personajes iban creando los que me fueron envolviendo en cierto estado de ánimo, el caso es que la lectura que hice de aquel libro me impactó mucho. Conservo aquel libro hasta el día de hoy.

El ejemplar en cuestión incluía el cuento “Chac Mool”, uno de los más conocidos de Fuentes. Un coleccionista de objetos indígenas compra un dios de piedra que poco a poco va cobrando vida. De esta historia nos enteramos por un compañero de trabajo que lee el diario del coleccionista.

Otro de los cuentos que me impresionó muchísimo fue “Un alma pura”, donde a través del monólogo interior de un personaje femenino vamos conociendo su historia y la de su hermano, con un final inesperado en un avión.

Entre las novelas breves incluidas en el libro estaba Aura, para muchos considerado lo mejor que escribió Fuentes y sin duda, una de las piezas de imprescindible lectura de este escritor. Aura fue publicada originalmente en 1962 y ha llegado a ser considerada una de las obras literarias mexicanas más importantes del siglo XX.

El protagonista de dicha historia, Felipe Montero, se enamora de una muchacha, Aura, que vive con su tía, con quien tiene una extraña relación. Contratado para terminar las memorias del esposo de la tía, el general Llorente, muerto hace sesenta años, Felipe quiere llevarse a Aura de allí pero descubre cosas que van más allá de su entendimiento en el transcurso de su estadía.

El libro concluía con una pieza titulada “Nowhere”, texto que Fuentes le dedica a Luis Buñuel. La pieza está compuesta por varios textos breves, varios de ellos relacionados con el mundo onírico.

El prólogo de Cuerpos y ofrendas está a cargo de Octavio Paz, quien ya definía a Fuentes como un autor “en el mediodía de sus dones”.

Cuando terminé de leer este libro quedé con un muy buen sabor de boca y con ganas de leer más de él. Pero claro, conseguir libros suyos en Alemania iba a estar en chino. A pesar de ello, cada vez que iba a la mencionada librería, cuya selección de libros en español era limitada, no dejaba de ver si tenían algo más de Fuentes. Hasta que un día tuve la suerte de encontrar La muerte de Artemio Cruz.

No lo sabía en ese momento, pero esa novela se convertiría en mi libro favorito de Fuentes y en uno de esos libros que uno como escritor dice “me gustaría haberlo escrito”.

En dicha novela, Artemio Cruz recuerda desde su lecho de muerte los momentos más importantes de su vida. Su matrimonio, su participación en la Revolución mexicana, la pérdida de sus ideales, su transformación en un ser corrupto y oportunista, la pérdida de su verdadero amor, el pasado de recuerdos va alternándose con el presente del agonizante hasta el desenlace fatal.

Lo que más me gustó de esta novela fue precisamente la alternancia de los tiempos en la historia, su manera no lineal de ser contada, la exploración de la memoria y la conformación de la vida de un personaje a través de los fragmentos fundamentales de su vida.

A partir de entonces me convertí en una lectora de Carlos Fuentes y leí todo lo que pude conseguir. Confieso que no me lo he leído todo, sobre todo porque nunca llegaron esos títulos a mis manos (Terra nostra, La región más transparente, Cristóbal Nonato); sin embargo leí otros que me causaron impresiones favorables. Me gustó mucho Gringo viejo, aunque no sea su libro más logrado. Y quizás me haya gustado por lealtades secundarias: el libro es una ficción sobre el destino del escritor estadounidense Ambrose Bierce, uno de mis autores preferidos. Bierce, en la vida real, desapareció misteriosamente y nunca se supo su destino. Se supone que cruzó la frontera con México para unirse a las tropas revolucionarias en 1913 y ahí se le perdió la pista.

Otro de mis libros favoritos de Fuentes es El naranjo, una recopilación de cinco relatos donde el árbol del naranjo era el protagonista común y con el cual cerraba un ciclo narrativo que había llamado “la edad del tiempo”.

Y será precisamente sólo el tiempo quien podrá filtrar, como suele hacerlo con todas las obras literarias, la obra de Carlos Fuentes que prevalecerá como lectura viva para las generaciones venideras. Su obra es vasta pero sus temas reflejan preocupaciones comunes relativas a la historia, el pasado, la memoria, la relación del viejo y el nuevo continente, la política, el poder, la Revolución mexicana y el rol que juegan los individuos en medio de toda esa urdimbre.

Su obra de los primeros años lo coloca como uno de los personajes más importantes del boom literario, un movimiento que ahora nos suena a viejo, pero que en su momento significó la ruptura con lo vernáculo y lo tradicional que se venía escribiendo. Y la continuidad de su obra lo convirtió en una figura intelectual muy respetada, cuya opinión siempre era seguida a través de sus ensayos y columnas.

El comentario de mi amigo, de que no le gustaba mucho la obra de Carlos Fuentes, me llevó a pensar que quizás Fuentes había tenido un tiempo para ser leído y que quizás ese tiempo ya había pasado, históricamente hablando. Sin embargo, leyendo sobre el homenaje que se le hizo en el Palacio de Bellas Artes en el Distrito Federal, pongo en duda mi opinión. Según los asistentes, había cientos de lectores de Fuentes en el homenaje, muchos de ellos jóvenes que llegaron con sus libros.

Me parecería penoso que alguien que se inicia por el mundo de la lectura o que pretende tener una cultura literaria sólida se salte la lectura de títulos como Aura o La muerte de Artemio Cruz. Y habrá que ver qué nos deparan el par de libros que dejó listos para publicación.

La lealtad de Carlos Fuentes para con el oficio literario le dio aliento y juventud, como declaró en su última entrevista para el periódico español El País, y confesó no tener ningún miedo literario. Afirmaba que el tener siempre un proyecto pendiente era lo que le daba juventud. Y a sus 83 años se preparaba para comenzar a escribir una nueva novela “el próximo lunes, en México”.

Ya no tuvo tiempo de ver ese lunes.

(Publicado en Revista Séptimo Sentido, La Prensa Gráfica, domingo 27 de mayo, 2012).

7 Comments

  1. car1osmartinez says

    Imperiosamente no podemos amar o vislumbrar la profundidad de todas las sutilidades de un escritor… pero si podemos testificar que el legado de Carlos Fuentes es inmensamente colosal, Jacinta me encanta tu Blog y tu personal difusión literaria, mil gracias

    Like

  2. elba says

    Me gustó mucho, lo ultimo que leí de él : Mi vida con Laura díaz”.

    Like

  3. Felipe Argueta says

    Para los que cultivamos el hábito de la lectura voraz, sus comentarios sobre escritores y lecturas efactuadas por Ud. resultan un faro en el camino de inestimable valor. Y más cuando su comentario trae a colación un escritor tan brillante y lúcido como Carlos Fuentes. No es uno de mis favoritos, pero sí un escritor básico en mi exigua biblioteca.
    Un saludo!

    Like

  4. Dejó un gran legado literario. Uno de mis favoritos.

    Me gustaría agregar que sus opiniones sobre la política y la vida en México eran noticias a las que se les daba mucha importancia en los medios de comunicación.

    Like

  5. Pingback: Bitacoras.com

Comments are closed.